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Peñaflor

martes, 1 de julio de 2008

MITOS Y LEYENDAS DE PEÑAFLOR

El Niño Dios de Malloco

En el templo parroquial de Malloco se venera desde siglos una imagen del niño

Jesús. Fue donada por la familia Erazo, antigua propietaria de la histórica estancia de Malloco, que tuvo sus orígenes en 1598. Se cree que llego desde el Cuzco, Perú, con los españoles en las primeras décadas de la conquista en el siglo XVI. A la imagen, que dicho sea de paso, pertenece a la segunda o tercera jurisdicción parroquial más antigua de Chile, pues fue creada en 1579, se le atribuyen numerosos milagros, razón por la cual desde muchas partes de la región y el país llegan personas angustiadas a pedirle favores a su gruta situada a un costado del viejo camino de Santiago a Melipilla que cruza el pueblo de Malloco como avenida principal .La tradición recalca que los favores concedidos deben ser pagados; de lo contrario el niño no estará tranquilo y lo expresa de diversas maneras. Por eso, entre la gente es popular el dicho “mas cobrador que el niño dios de Malloco”. Una de las leyendas más arraigadas cuenta que un carretero que pasaba todos los días frente a la imagen, cierto día hizo la promesa de brindarle oraciones y encenderle velas como pago a un favor concedido. Sin embargo, paso el tiempo y el carretero nunca se detuvo a cumplir lo prometido, hasta que un día en que habiendo dejado atrás largamente la gruta que se venera a orilla de camino, cuando transitaba a la altura del cruce de Malloco, de pronto los bueyes desobedecieron sus órdenes y se regresaron raudos hasta la gruta.

Allí el carretero entendió que debía cumplir la promesa. También se sostiene que el niño dios de Malloco era travieso- como todo niño, claro- puesto que, desde la primera y antigua casa parroquial ubicada en tango se arrancaba hasta la capilla de Malloco, sin explicación aparente. Por eso, no era raro que el cura lo encontrara al día siguiente con los pies embarrados señal de que había atravesado potreros y terrenos húmedos para volver a su querida casa de Malloco

Leyenda del Camino del Diablo

La gente antigua cuenta que hace mucho tiempo, cuando todavía no existía el alumbrado eléctrico, el camino que actualmente se denomina: Avenida Peñaflor, se llamaba con un nombre que producía escalofríos al solo emitirlo llevaba a las personas a escapar rápidamente. Camino del Diablo. Cuenta que en esos tiempos eran solo un callejón de tierra bastantes angostos por cabina solo coches tirados por caballos o, dos jinetes bordeados por un canal y zarzamora por ambos lados. Por ahí dicen que se le aparecía el maúllo a las personas que generalmente llevaban bastante dinero, para hacer sus compras. Ante la aparición de este jinete negro, con un diente de oro que le brillaba a luz de la luna se espantaban los caballos y huían desesperados, perdiendo su dinero, casa y muchas veces hasta la vida.

El Perrito y el Entierro del Trapiche

Narra Enrique Barbosa que, en las noches y por el fondo de las quintas de la calle Concordia, aledañas al Trapiche, en Peñaflor, cruzaba un perro que aullaba lastimeramente para luego desaparecer. Se trataría de una visión que cuida un tesoro que data desde los tiempos de la independencia. Se cuenta que al día siguiente de la batalla de Maipú, dos soldados españoles derrotados llegaron a esconder un tesoro en El Trapiche. Sin embargo, un niño que cazaba pájaros y que era acompañado por un perrito, se percató de la situación.

Al ser sorprendido por los españoles, estos lo amenazaron con fusilarlo ahí mismo, pero el joven logró convencerlos que no vio nada. Aunque como escarmiento los realistas asesinaron su perrito blanco, enterrándolo junto al tesoro. Le ordenaron que no hablara. Porque de ser así volverían para vengarse. En realidad, la orden no era necesaria. Fue tanta la impresión de verse cerca de la muerte que llegando a su rancho, presa de una intensa fiebre, el niño perdió el habla.

Llego el invierno y el estero aumento su caudal borrando todo rastro del lugar preciso donde se escondía el entierro. En los años posteriores se vio al niño vagar por las orillas como buscando algo con la mirada perdida y una actitud intensamente lastimera. Sin embargo, nadie volvió a ver el tesoro, porque los soldados que sabían de su ubicación fueron asesinados aquella misma tarde en que enterraron los caudales.

El niño, ya convertido en adulto, murió llevándose ese secreto y desde ese día se observa el paso del perrito. Siglos depuse, un vecino ansioso por saber

si era una visión; in día agoto todos los tiros de su Winchester de repetición, pero los disparos no le hicieron nada. Allí más que nunca, se convenció de la existencia del entierro.

Don Leopoldo y el Reloj

Cuentan los más viejos que cuando se sentían las doce campanadas – que anuncian la medianoche –provenientes de la torre del famoso chalet conocido como “El Reloj”, que se sitúa en la unión de Caupolicán e Irarrázaval de Peñaflor, por la terraza que da hacia las curvas de las calles se pasea un señor mas bien gordito, rechoncho, mediano de estatura. Viste traje negro y sombrero; en una de sus manos lleva un brillante reloj de bolsillo en la otra un bastón.

Según algunos es la figura de Leopoldo Urrutia Anguita, un alto magistrado que llegó ocupar el máximo cargo en la Corte Suprema. Este encomendó la construcción del chalet a la usanza alemana, que se hizo famoso porque en su torre de unos 12 metros instalo un reloj que cada una hora y con bellas melodías orientaba a los Peñaflorinos dándoles la hora. Con el tiempo, la construcción adquirió enorme fama.

Tal fue el amor que adopto por su chalet, que aunque en vida tuvo que desprenderse de él por razones monetarias, nunca dejo de admitirlo. Quizá por eso, su espíritu vuelve a pasear por la terraza.


La Cueva de los Vientos

Según cuentan los más antiguos en uno de los cerros que rodea la comuna existiría una gran profunda caverna, la cual dicen ser vigilada por espíritus, cuya mayor fuerza se encuentra reflejada en las grandes ventiscas.

Se afirma que años atrás Catalina de Los Ríos (más conocida como La Quintrala) descubrió esta cueva, eligiéndola como lugar ideal para guardar sus más preciados tesoros.

Aseguran que fue ella quien conjuro a los espíritus, para que fueran guardianes a sus pertenencias. Y de esta forma pasó el tiempo y la Quintrala falleció sin liberar a estos singulares vigilante.

Fue alrededor de 1920, cuando Manuel; un campesino que recorría un sector cercano a Pelvín; se percató que todos los martes, entre las seis y las siete de la tarde, en lo alto de un de los cerros se podía ver una gruta. Tentado por la curiosidad y recordando de los cuentos que le habían narrado sus padres acerca de la “Cueva de los Vientos”, decidió ir a investigar.

Junto a tres amigos, Manuel se preparó durante toda una semana. Antes del medio día del martes siguiente, comenzaron a subir hasta la cima de esta colina. Confiados y seguros de que tendrían problema, llevaban comida, velas y varias sogas de muchos metros.

Según el plan, Pepe; quien era el menor del grupo; se quedaría mientras los otros entraban y recorrían todo.

Al llegar; alrededor de la 18:00 horas; delante de ellos una gran caverna, a la que no se le veía fin. Armados de valor y con la soga amarrada a la cintura, comenzaron a penetrar en medio a la oscuridad que a cada paso se ponía más oscura y húmeda.

No pasaron ni cinco minutos cuando se escucharon varios espeluznantes gritos, seguidos de un viento tan fuerte que arrojó cerro abajo al que esperaba afuera.

Al despertar Pepe se encontraba en su casa y ya habían pasado varios días de la partida a esta inusual expedición.

Según le contaron, su padre al enterarse de lo que habían planeado estos jóvenes se preocupo bastante, por lo que salió a buscar su hijo, encontrándolo tirado en el suelo, con un trozo de soga amarrado a su cintura, varios Km. Lejos de donde suponía que iban a estar.

Al indagar por sus amigos se percató que nada de ellos se sabían y que habían desaparecido sin dejar huellas.

Buscaron por ellos por varios meses más con la esperanza de que habían corrido la misma suerte de Pepe y que podían haber sido arrojado muy lejos, pero los esfuerzos fueron en vano ya que nada de ellos se supo.

Inclusive trataron de encontrar la cueva, pero no fue posible volver a localizarla.

Según quienes, a veces, pasan de noche por los cerros de Pelvín, en algunas ocasiones; especialmente cuando cae la tarde; dicen escuchar ruidos bastante extraños como gritos o aullidos, justos cuando comienza a soplar el viento con toda su fuerza.

Hay quienes aseguran que los espíritus cansados de su cautiverio, a veces salen a recorrer la zona, ocasionando fuertes ventiscas y remolinos, levantando techos y asustando a quienes, por la noche, despiertan con sus quejidos y aullidos que ruegan por ser liberados de su eterna labor de guardianes.


El Pacto Maldito

Según la leyenda, al pie del cerro La Virgen había una casa en la cual vivía un hombre que era muy ambicioso, pero por desgracia, muy pobre.

Su nombre era Manuel Correa .La pobreza le hacía ambicionar grandes riquezas que solo pueden ser dados por el Mandinga, uno de los nombres que recibe Satanás en el campo.

Manuel era un hombre de alrededor de unos treinta y cinco años, alto, ojos color café oscuro, con frecuencia no se afeitaba, de cuerpo macizo, de cabellos negros, tez morena, lo cual le daba un aspecto descuidado; sus pocos dientes estaban amarillentos debido al tabaco; en su rostro tenía una gran cicatriz ganada en una vieja riña con un borracho en un bar del pueblo.

La ambición y la maldad de su alma se reflejaban en su feo rostro porque durante muchos años soñaba con ser sumamente rico, pero sufría y maldecía por su miseria.

Una fría y oscura noche de invierno. Manuel volvía a su hogar después de ir a comprar su sustento. Al bordear el cerro se detuvo a descansar un momento, cerca de una gran roca que hay a lado del cerro, a la orilla del camino.

Arreglo su pesada manta negra y volvió a meter sus pantalones bombachos en sus gastadas botas sucias y embarradas. De un cochino bolso de papel saco un trozo de pan para calmar el hambre, y de una botella bebió un largo trago de vino tinto para ahogar la sed.

De repente, en la oscuridad de la noche surgió un hombre vestido enteramente de negro y en el cual se destacaban sus ojos rojos que brillaban. Este se acercó lentamente a Manuel y con voz gruesa y esbozando una sonrisa irónica, le pregunto:

- ¿Eres tú el hombre que desea poseer riquezas?

Manuel se sorprendió. Con voz temerosa le contestó:

- Sí, soy yo

- Vengo a ofrecerte las riquezas del mundo a cambio de tu alma, dijo el

Demonio, soltando su risa que habría espantado a quien la escuchase

Manuel, todavía con miedo exclamo:

- Está bien, te daré mi alma con tal de que me concedas todo lo que yo quiera y bajo mis condiciones.

El Demonio asintió con la cabeza y de pronto apareció un baúl lleno de joyas y monedas de oro y plata. Manuel quedó paralizado, sus ojos se encendieron de alegría al ver aquello que creía no vería jamás.

El Mandinga le dijo “Todo lo que pidas lo tendrás. Vendré por ti dentro de treinta años. Tras estas palabras, desapareció en medio de aullido de perros. Fue así como Manuel vendió su alma al Diablo.

Durante tres décadas Correa disfrutó de las riquezas entregadas por el Demonio con solo pedírselas. Su maldad interior se acentúo al poseer tanta riqueza.

Pero cuando el mandinga vino a buscarlo, él no quería irse. El Demonio vino varias veces. Por último decidió esperar un poco y empezó a pasearse por Peñaflor y Talagante. Fueron muchos los que lo vieron a caballo, a cuyo paso la gente se asustaba y desmayaba, tanto así que la senda comenzó a ser denominada “El camino del Diablo”.

Una vez perdida la paciencia, el mandinga las emprendió contra Manuel, el ambicioso, y se llevo su alma, que era lo único que quería.


La Virgen del Socorro

Variadas eran las enfermedades que asolaban la zona de los siglos precedentes. Verdaderas epidemias y pestes se extendían por los campos cosechando numerosas víctimas. Allí estaban, por ejemplo, la viruela, la difteria, y el temido cólera. Tan contagiosos eran los males que las autoridades se veían obligadas a prohibir los oficios religiosos de difuntos de cuerpo presente, so pretexto de altas multas. Los finados morían y debían partir de inmediato al cementerio como medida extrema para evitar que los contagios se expandieran.

Como la ciencia médica, que por esos años estaba en pañales, no podía hacer frente a las avalanchas de muerte, a la gente no le quedaba otra alternativa que encomendarse a los santos para lograr salvación. Así ocurrió allá por el año 1886, cuando una epidemia de cólera se extendió como mancha de aceite en toda la región, afectando a niños y adultos, generalmente de los estratos más pobres de la población.

Cuenta la leyenda que aterrada ante el peligro, la dueña del fundo “San Javier de Malloco” ofreció a la virgen del Perpetuo Socorro colocar una imagen en el corredor de las casas patronales del fundo y mantenerla siempre iluminada si ninguno de los habitantes del predio era atacado por la mortal enfermedad.

Mientras el cólera hacía estragos en los fundos cercanos y los cadáveres eran llevados por montones en las carretas, ninguna de las 25 familias del fundo fue atacada. Al parecer, las suplicas fueron oídas.

El Túnel del Canal Mallarauco

Entre los años 1873 y 1893, es decir, nada menos que veinte años, se construyó el túnel del canal de Mallarauco, que en una extensión de 3,5 kilómetros perfora el vientre del cordón de cerros que separa la localidad de Pelvín, en la comuna de Peñaflor, con el valle de Mallarauco, en la comuna de Melipilla, llevando las aguas del Mapocho. La obra fue tan fantástica que cambió el rostro de Mallarauco de secano a riego.

SE hizo cuando la ingeniería estaba en pañales. Por eso fue recurrente escuchar que en las labores de perforación intervino el mismísimo diablo. De otra manera hubiera sido imposible tamaña construcción.

A pesar que las evidencias históricas demuestran que fue una obra magnífica realizada por hombres de carne y hueso, con pala, picota y explosivos en mano, ayudados por modernas maquinarias de la época, las perforadoras “Francotes Dubois” no son pocos los que siguen creyendo que ello resulta imposible y que su concreción se debió a la intervención de fuerzas naturales que solo pueden ser provistas por el malulo.

Tampoco deja de ser sorprendente la reacción de Patricio Larraín, el terrateniente que ideo e hizo construir el túnel y su red de canales de cuarenta kilómetros. Cuenta la leyenda que, cuando el agua paso, desde el lado sur hacia el lado norte de los cerros, un peón llego corriendo hasta la casa del hacendado para darle la buena noticia que había esperado por veinte años. Bebiendo su diario tazón de leche, Larraín ni se inmuto y le respondió al trabajados- Para eso lo mande a construir.

5.2.9.- Sorpresivo Encuentro

Cuenta un antiguo oficial del Registro Civil de Peñaflor que en cierta ocasión, de vuelta de una ceremonia matrimonial que concurrió a consagrar por el imperio de la ley en la Colonia Alemana, ubicada entre Talagante y Peñaflor, un hecho sorprendente habría de ocurrir.

Acompañado por dos prestigiosos vecinos, el superintendente de aduanas y un diputado, ambos con sus respectivas esposas , al salir de la Colonia Alemana tipo 03:00 de la madrugada, y enfrentando el temido camino del diablo, en medio de una espesa niebla y al pie de un viejo sauce, los potentes focos del auto Ford , permitieron ver la horripilante figura de un ser mitad hombre, mitad animal, irguiéndose a los reflejos de la luz, cuyo efecto luminoso hizo que la silueta se alargara como queriendo alcanzar al ruidoso vehículo.

Lo curioso es que los cinco ocupantes del coche nada dijeron en ese momento. Callados llegaron hasta el pueblo y solo al ver las luces, un poco mas aliviados, todo expresaron al unísono ¡vieron esa figura! .El diputado replico con tranquilidad “Era el diablo, mis amigos, pues el siempre cuida su camino”.

EL CHIU CHIU Y EL CANTARITO DE GREDA POR NICANOR MOLINARE

Dos clásicas tonadas del folklore chileno fueron escritas con el talento e imaginación de Nicanor Molinare en Peñaflor (Asiduo visitante del famoso balneario el trapiche).

La primera el “Chiu Chiu”, según Molinare traducción escrita del idioma de los gorriones, nació una mañana en la plaza de Peñaflor cuando los pajaritos con su canto despiden la noche y saludan el nuevo día, fue allí paseando el folklorista que inspirado por el cantar de las aves dio vida la tonada.

El “Cantarito de Greda”, muy conocida aun en la actualidad, nace por las constantes visitas que el artista realizaba junto a sus amigos al entonces “Carrizal” hoy conocido como “El Muelle” fue allí donde por el año 1935 gozando de la naturaleza y de la buena mesa a Molinare le llamó enormemente la atención un gran tinaja de greda hecha por las propias artesanas del sector.

Aunque siempre se le corrigió que era una tinaja Don Nicanor nunca dejo de llamarla el “Cantarito”, tal vez para prodigarle ternura.

Dedicase Nicanor Molinare esta tonada a una joven de 17 años con gran ángel y atractivo pero que al sentir que la miraban se ponía colorada.

Esta acertada descripción hecha sobre los paisajes y su bella entonación hacen del “Cantarito de Greda de Peñaflor” el himno popular por excelencia, y de la tinaja un verdadero símbolo que desde que se hizo tradición a quedado impreso en afiches, postales, tarjetas, diplomas y premios para que no quede duda que el cantarito pertenece a esta.

“Cantarito de greda”

Cantarito de greda de Peñaflor

tu agüita es clara y pura como mi amor

como mi amor, ay sí

yo te lo digo

que hasta estando despierto

sueño contigo,

sueño contigo, ay sí

que eres bonita

y te lavas la cara con pura agüita.

Coro

Agua del río de Peñaflor

tú me refrescas el corazón.

Arcilla de los valles de Peñaflor

eres coloradita como el rubor

como el rubor, ay sí

de mi negrita,

de mi negrita linda boca chiquita

boca chiquita, ay sí

Peñaflorina

no hay quien peque contigo

mi negra ay linda.

Coro

Agua del río de Peñaflor

tú me refrescas el corazón.

Canta, canta, pajarito,
canta, canta tu canción,
¡canta, que la vida es triste
y tu cantar me alegra el corazón!

Coro

Chiu, chiu, chiu, chiu,
chiu, chiu, chiu, cho,
¡canta, canta, pajarito,
que tu cantar me alegra el corazón!
Con tus gorjeos,
con tu trinar,
despierta el alba,
¡la noche ya se va!

Avecita de los campos,
pájaro madrugador,
¡ven y cántale a mi niña!
¡Despiértala antes que salga el sol!

Antes que cante la diuca,
antes que cante el zorzal,
el chincol nos ha cantado,
¡chiu, chiu, sin cesar!